
¿Estoy viviendo… o solo sobreviviendo?
Por Marisel Zacarias
“Sobrevivir es resistir. Vivir es sentir. Y merecemos algo más que funcionar cada día.”
¿Quién no ha vivido alguna vez en piloto automático?
Ese momento en que, de repente, te das cuenta de que día tras día repetís lo mismo: los mismos patrones, las mismas tareas, el mismo camino, las mismas actividades…
Y que en algún punto, te convertiste en una especie de máquina, cumpliendo con todo lo que “hay que hacer”.
Ese darme cuenta me golpeó fuerte.
No podía seguir siendo simplemente madre, trabajadora y esposa cumpliendo con todas las labores.
Había una mujer detrás de todo eso que merecía ser escuchada con más cariño, con más respeto y con más amor, especialmente de mi parte.
No podía seguir siendo solo una sobreviviente: alguien que resiste, que hace fuerza, que se exige cumplir con todo…
mientras posterga los susurros de su alma.
Porque sí, adentro mío había una voz.
Una pequeña vocecita que, desde hace mucho, me decía que yo quería y debía hacer algo más con mi vida.
Siempre me consideré una persona sensible.
Con una capacidad muy clara para ver lo que le pasa al otro… más incluso que lo que me pasaba a mí.
Siempre valoré la alegría y la risa como esenciales.
Me reconozco como una persona alegre en mi entorno laboral. Alegre, feliz, fuerte.
Pero también tengo un efecto tardío.
Cuando ocurre algo fuerte, en ese momento resisto, actúo, soluciono.
Pero horas después o al día siguiente, mi cuerpo colapsa.
Cansancio generalizado.
Dolores físicos.
Estallidos internos que hablan por mí.
Y fue ahí que me di cuenta:
Cada emoción que no expresaba se transformaba en una amigdalitis.
Cada carga que no me correspondía dolía en mi espalda o en mi columna.
Mi cuerpo me estaba hablando.
Y entendí que si quería llegar a vieja, si quería conocer a mis nietos, si quería cumplir mi sueño de recorrer el mundo en un crucero a los 97 años…
Tenía que cambiar.
Tenía que parar.
Y tenía que empezar a ver mi vida desde otra mirada.
Hoy también observo algo que me preocupa,
y que muchas veces forma parte de esa lógica de sobrevivir:
Los que somos padres vivimos en un ritmo de exigencia constante.
El consumismo nos empuja a dar más y más.
Nuestros hijos, inmersos en esa misma cultura, se han vuelto exigentes.
Y nosotros creyendo que eso es amor tratamos de darles todo lo material que podemos.
Pero… ¿a qué precio?
Nos autoexigimos más que nunca.
Trabajamos sin parar.
Nos agotamos física y emocionalmente.
Y a veces creemos que regalarles cosas compensa todo lo que no podemos darles con tiempo y presencia.
Pero un hijo que ve a su padre o a su madre salir cada día a un trabajo que lo frustra, lo cansa o lo aburre,
y volver a casa sin alegría, solo para llenar la casa de objetos…
no está recibiendo el mejor ejemplo.
El ejemplo más poderoso que podemos darles es mostrarles la alegría de vivir.
El entusiasmo por lo que hacemos.
La calma de quien se siente bien consigo mismo.
Y también enseñarles que no se puede tener todo.
Que detrás de cada regalo hay tiempo de ausencia. Hay cansancio. Hay sacrificio.
Y eso también es amor: poner límites, enseñar a valorar, enseñar a esperar.
Cuando solo intentamos compensar con lo material, nos alejamos emocionalmente.
Y es ahí cuando empezamos a sobrevivir también como padres: haciendo, cumpliendo, pero sin conectar.
Hoy, hay cosas que me hacen sentir plenamente viva:
✨ Las reuniones con mis amigos
✨ Las cenas con mis amigas
✨ Los viajes que me regalo en cada cumpleaños
✨ Las charlas profundas con mi hijo (que ya es adulto)
✨ Compartir heridas, memorias, aprendizajes
✨ Acompañar a padres en la crianza de sus hijos
✨ Convertir mis historias en herramientas para otros
Incluso la dificultad de comunicarme con mi madre —una herida que por mucho tiempo dolió—
hoy es también un motor. Porque me impulsa a no repetir, a transformar, a honrar el amor desde una nueva conciencia.
Y todo esto me hace sentir que no estaba equivocada.
Que no vine a este mundo solo a cumplir una rutina.
Vine a crear, a conectar, a acompañar, a sanar.
Y hoy lo estoy haciendo.
Y eso, simplemente, me hace feliz.
Me hace sentir viva.
Y me confirma que este cambio de mirada valió —y sigue valiendo— la pena.
🌼 Pregunta para vos:
¿Estás viviendo tu vida… o solo cumpliendo con lo que se espera de vos?
Date permiso de parar.
Tu vida merece ser sentida… no solo cumplida.
Sobre mí
Soy Marisel Zacarías, educadora emocional, mamá, soñadora y guía en procesos de transformación personal.
En este espacio comparto reflexiones reales para conectar, sanar y crecer.
Gracias por estar acá.
Si sentís que este texto puede acompañar a alguien más, compartilo.
Quizás una palabra sincera sea el abrazo que otra persona necesita hoy.
Marisel Zacarias 💛